A Alexander R. y Varvara S. , in memoriam.

domingo, 11 de julio de 2010

"LUCIO: ES HORA DE ENTRAR EN COMBATE"

"Lucio: Es hora de entrar en combate. Tu caballo puede esperar".

Recogió el papel que habían pasado por debajo de la puerta, lo leyó sonándose la nariz, lo besó como quien besa una reliquia o un recién nacido y se lo guardó en un bolsillo del mameluco. El aroma a aserrín era su oxígeno. Lucio era carpintero y pasaba sus horas restaurando uno de los caballos de madera de la calesita de Plaza Eslovaquia cuando decidimos que estábamos listos. Él estaba concentrado en el párpado de su caballo. Lucio existía, en ese momento, exclusivamente para ese párpado. Trabajaría pacientemente en esa curva inmóvil de madera hasta que la sintiera temblar, imperceptiblemente.

Gastó todos sus ahorros en un billete de avión y dejó su párpado a medio vivir por la única razón que podía hacerle apurar el paso y abandonar el taller. Esa razón fue nuestro as en la manga para que Lucio aceptara, también, construir nuestras escaleras en un taller lejano y clandestino y entrenarnos no sólo en la mecánica sino en la paciencia necesarias para violentar el ingreso a la Babeante Sede y controlar los alrededores de Piazza San Marco.

Esa razón tenía nombre de mujer. Se llamaba Ana y, fuera adonde fuera, Lucio la seguiría como un perro. La primera tarea de Ana había sido escribir a mano los cuatro mensajes que ella misma se encargó de distribuir. La segunda, elegir las telas y coser los pañuelos que cortarían definitivamente los chorros de baba.

A la escalera de Ana, Lucio la pintó de rojo. El mismo rojo de la tela con la que cubrió el caballo aquel domingo de viento sobrenatural, después de cambiarse el mameluco sucio por otro idéntico pero limpio y cargarse una mochila penosamente remendada al hombro.

En la mochila llevaba seis mamelucos más (uno por cada día de la semana venidera), un desodorante, un cepillo de dientes y un libro prolijamente forrado con un papel a rayas.

Cerró con llave la puerta del taller y colgó un cartelito que decía: "Cerrado por vacaciones". Las vacaciones de Lucio nunca terminaron.